Habrá pasado mucho tiempo, en concreto dieciséis años, desde que Peter
Gowan publicase The Global Gamble (“La apuesta de la globalización”),
pero su interpretación del imperialismo americano y sus estrategias de
dominación aún está por superar. En cierto sentido es irrelevante cuantos años
hayan pasado porque en este libro se esconden algunas de las principales claves
que explican la situación actual: una situación de globalización económica y
política que lejos de parecerse a los ideales democráticos esconde una trama
bien urdida. La metáfora es acertada. Efectivamente se trata de una partida en
la que hacía falta apostar, y apostar fuerte, para dominar el juego y llevarse
todo el dinero de la mesa. Qué consecuencias ha tenido esto en la erosión de
los estados y, en consecuencia, sobre los propios ciudadanos es aquello que no
deberíamos de olvidar nunca y que Gowan pretende explicar.
Resulta sumamente interesante lo que podemos aprender hoy en día de los
movimientos políticos y económicos de finales del siglo XX. A partir de los
años 70, con Nixon, empezó una revolución que dura hasta hoy: la globalización. Una estrategia, como señala Gowan, que tuvo
como único objetivo conquistar el espacio mundial desde el punto de vista
económico con las ayudas políticas que fueran necesarias.
Es esta estrategia de dominación la que Gowan analiza con la precisión de
un cirujano. El libro se presenta dividido en dos partes: la geoeconomía del
imperialismo euro-estadounidense y la geopolítica que le acompaña. Así vemos
los orígenes del “régimen de Wall Street” para regir la economía mundial, cómo
observamos los movimientos políticos que hicieron falta para garantizar la
penetración de la economía americana en diversos lugares del mundo: sudeste asiático,
Europa oriental, China.
Hoy sabemos que la apuesta, una apuesta que por un momento pareció haber
salido bien, se basaba en una serie de faroles que a lo largo del tiempo se han
mostrado insostenibles. Y lo que fue, desde 1970 hasta el colapso de 1998, un
crecimiento imparable acabó en la burbuja más grande que ha conocido la
economía mundial desde el crack de 1929 en 2007.¿O es la burbuja de las subprime un efecto más en la conquista de los países más vulnerables?
Las características que rigen el sistema son sencillas: hace falta agitar
el mercado para que gobiernos y entidades privadas se pongan a trabajar. De lo
que se trata es de crear la suficiente inestabilidad general como para que
aquellos que puedan pisar más fuerte puedan a la larga beneficiarse de la
erosión que genera un estrés constante.
Este fue el planteamiento, aunque el mundo tampoco se detuvo. Llegado el
momento hubo que pactar con la recién constituida Unión Europea, que representó una amenaza al patrón dólar en los mercados, para seguir
expandiendo los tentáculos financieros de América. Pero nada es insalvable, y
menos para quien gobierna el mundo. Y para entender la estrategia americana solo
hace falta atender a los movimientos geoeconómicos que la administración Obama
está llevando a cabo en estos precisos momentos. Tratados como el TTIP y
especialmente el TISA llegan después de una gran recesión con la voluntad de liberalizar
aún más las relaciones comerciales atlánticas con la única finalidad que seguir
alimentando el monstruo americano en su hegemonía global.
Así la define Gowan: la globalización es un mecanismo de colonización
financiera. E igual que existe una división del trabajo dentro de los estados,
deberá existir una división de capitales dentro de una economía mundial
dependiente del régimen de Wall Street a partir del cual los Estados, en
connivencia con el FMI, el BM y los demás organismos transnacionales, aseguren
la creación de corredores fiscales entre estados inversores y beneficiarios,
que al fin y al cabo son los mismos.
La metáfora sería la del circuito cerrado: uno de los polos afecta todo el
sistema que se revuelve dándole la oportunidad de seguir avanzado
recombinándose y transformado ese estado de cosas en flujos de recepción y
escape de capitales provenientes del foco original. Abrir canales, eso es.
Abrir canales y generar flujo, esa ha sido la política económica americana
desde hace 40 años y Gowan nos muestra claramente cuáles han sido sus
mecanismos y actores principales.
La deuda, por ejemplo. La deuda es un mecanismo que sirve para reorganizar
las relaciones sociales internas de producción de un estado y favorecer así la
entrada de capitales extranjeros. Brillante. El estancamiento al que están
obligados los estados los coloca en una situación de partida de dependencia
desigual respecto a los bancos centrales que, alineados con Wall Street,
fuerzan el cumplimiento de un déficit que siempre va en aumento. Con la deuda
llega la crisis, y con ella la inversión extranjera, resultado: liberación del
flujo de capital americano respecto al país o la región. Ya lo hemos dicho
antes, brillante. ¿Es la crisis de 2007 una puesta al límite del sistema para
colapsar otras economías y penetrar en ellas como solución y no como intrusión?
Nunca lo sabremos. Pero en cualquier caso vale la pena estar atentos.
Lo mismo con las transformaciones sociopolíticas que algo así ha provocado.
La cultura de la globalización como ideología también ha conquistado el espacio
mental de la ciudadanía. La persona se ha convertido en un sujeto pasivo,
consumidor y únicamente receptor de imputs del mercado, substituyendo así
cualquier idea de sociedad civil articulada, fuerte y con sus propios
intereses. Y esto no ha sido casual. Hacía falta activar la diplomacia, el soft
power que más tarde definirían tan bien Kohane y Nye, autores también citados
en el libro, para que toda la masa intelectual se pusiera a producir artículos,
libros y conferencias que fijaran el perímetro de seguridad que permite que
aflore este tipo de sociedad consumista. Y así fue. Y aquí estamos.
A pesar de narrar el pasado, un pasado reciente, el libro de Gowan es
sumamente importante por varios motivos. El primero, porque nos muestra la
mentalidad americana más allá de posiciones demócratas o republicanas; el
segundo, porque nos muestra claramente el nivel de decisión global: las
instituciones, los estados, las multinacionales, gracias a lo cual comprendemos
el tamaño de las intenciones. Gowan describe la geopolítica de la globalización
como una manera de mantener vivos los intereses económicos. Y hasta da algunas
recetas. Héroes del siglo XXI que pretendan dominar el mundo, he aquí una
descripción detallada de las tácticas para hacerlo. Pero anden con cuidado, la
historia ya sabemos cómo acaba.