miércoles, 22 de septiembre de 2010

Monique Canto-Sperber y Ruwen Ogien, La filosofía moral y la vida cotidiana, Paidós, 2005

¿Cuántas veces cuando uno se pregunta cómo se debe plantear una clase de ética no encuentra la respuesta adecuada? La ética, para la inteligencia contemporánea, se asocia normalmente a las normas de comportamiento que un dia rigieron el destino de los hombres. Este hecho hace que se la identifique como un reducto de antiguas mitologías, en un contexto definido por el relativismo y el cinismo desbocado.

Ahora bien, la ética, desde Aristóteles, nunca ha sido una disciplina fija, sino que se ha sabido adaptar a las necesidades de cada momento planteando cada vez las cuestiones relativas al carácter, a los valores y las acciones desde un punto de vista filosófico, esto es, tratando de formular principios y prácticas que puedan ayudarnos a iluminar aquello que Kant llamó la conciencia moral del ser humano.

Pues bien, si alguien quiere acercarse a este laberinto de terminologías y escuelas en las que se ha zambullido la ética contemporánea, Paidós publicó la brújula perfecta. Bajo el somero título La filosofía moral y la vida cotidiana Monique Canto-Sperber y Ruwen Ogien, autores ambos de numerosas publicaciones relacionadas con la ética y la filosofía moral, transitan sobre algunas de las principales escuelas que pueblan el panorama ético contemporáneo, además de plantearse algunas de las preguntas que aún hoy siguen siendo cruciales para comprender esta disciplina.

Bajo el epígrafe “Las grandes concepciones de la filosofía moral” se exploran las grandes teorías que sirven hoy para inspirar las más variadas formas de realización moral: son éstas la idea de bien, de felicidad, de placer, de deber, de virtud, teorías todas que nos obligan a replantear qué queremos, qué sabemos, qué creemos, cuando nos enfrentamos a una decisión, a un dilema, que nos obliga a posicionarnos delante de los fenómenos que nos depara nuestro día a día.

Una vez planteadas las bases, las escuelas, las diversas respuestas que los filósofos de todos los tiempos han utilizado para pensar el fenómeno ético, el trabajo de Canto-Sperber y de Ogien vira hacia terrenos más conceptuales planteándose algunas “cuestiones de metaética”, es decir, cuestiones que no tiene que ver con lo que está bien, sino del significado de la palabra bien u otras del mismo tipo. Es así que los profesores se preguntan si es posible inferir juicios de valor a partir de juicios de hecho sin caer en la falacia naturalista que Hume denunciara o cómo es posible justificar nuestros juicios morales teniendo en cuenta el grado de coherencia entre nuestras acciones y nuestros actos. En definitiva, se trata de una sección dedicada a explorar no tanto las teorías filosóficas referidas a la ética, sino la relación existente entre nuestras acciones y el valor moral que a ellas asociamos.

Una vez exploradas las correlaciones existenciales de la ética, los autores entran entonces en un análisis de la fundamentación de las mismas, es decir, cómo y de qué manera es posible justificar una regla moral y sostenerla. Para ello, son dos las escuelas que analizan: el consecuencialismo y la deontología, ambas de dicadas a justificar los argumentos morales, la primera desde el punto de vista de los resultados de dichas acciones, la segunda desde su base epistemológica y metafísica. De la misma manera abordan los problemas que presenta la tensión universalismo/particularismo desde la perspectiva personal y contextual, para, lentamente, acercarse a las reflexiones que tienen que ver con una buena vida o una vida lograda (en sus objetivos morales).

El último de los capítulos se ocupa de las denominadas éticas aplicadas: la ética profesional, la ética de la empresa, la ética cívica, tratando de ofrecer una vía de entradas a estas incipientes aplicaciones de la ética contemporánea.

El universo ético se ha venido expandiendo desde hace siglos y hoy nos muestra una complejidad que hace falta abordar desde diversos puntos de vista. Sin duda el libro de Canto-Sperber y Ogien nos permite entrar en él y observar que el cinismo relativista actual poco tiene que ofrecer si pretende obviar la tradición que nos precede.

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