jueves, 12 de noviembre de 2009

Alois M. Haas, Viento de lo absoluto ¿Existe una sabiduría mística de la posmodernidad?, Siruela, 2009

¿Qué queda de la religión tras la crítica psicoanalítica de Lacan, el furibundo ataque al sujeto dominante de Foucault, la deconstrucción de los mitos de la cultura de Derrida o el intercambio entre saber y poder denunciado por Lyotard? ¿Cómo podemos interpretarla en un contexto europeo marcado por un creciente secularismo institucional? Estas son algunas de las preguntas que animan el nuevo trabajo del profesor Alois M. Haas, que lleva por título Viento de lo absoluto ¿Existe una sabiduría mística de la posmodernidad? y que representa su segundo volumen dentro de la colección El árbol del paraíso, intachablemente dirigida por Victoria Cirlot y Amador Vega, que Siruela edita con tanto esmero y cuidado desde 1995.

De Haas decir que se trata de un germanista de la Universidad de Zúrich reconocido mundialmente por sus aportaciones sobre la mística hispánica y alemana y por su contribución a la historia de las religiones. Algo que se deja ver entre las páginas de este breve, pero sugerente estudio.

La pregunta que se nos plantea es la siguiente: ¿es posible rastrear la religiosidad innata, "la tendencia a la pregunta", del ser humano en contextos de fe debilitada gracias a las herramientas conceptuales que nos conceden los místicos? Y la respuesta no puede ser más clara. No solo es posible, sino que es la única manera de hacerlo.

Según Haas, la mística, y en especial la mística negativa de algunos autores como el Maestro Eckhart, abre vías de conocimiento que la metafísica escolástica ni siquiera se ha molestado en tener en cuenta preocupada como está en la demostración de Dios por la vía racional. Por el contrario, nos encontramos en este trabajo un camino trazado a través de las sendas del vacío, de la duda radical, de la suspensión del juicio, de la inseguridad antropológica. Un camino que, también en el contexto actual, es capaz de mostrarnos el fenómeno religioso en toda su originalidad.

Para ilustrar su hipótesis Haas nos propone detenernos en el primer Wittgenstein y su tan comentada última frase del Tractatus, pero también en Pirrón quien, no afirmando nada, no poniendo nada en tela de juicio, ni teniendo ninguna opinión sobre nada, “representa una constante de pensamiento de gran alcance que se extiende por épocas y lugares”. El libro avanza a través de ejemplos que apuntan siempre en la misma dirección: el Maestro Eckhart, Juan de la Cruz, los budistas zen, los Vedas, un lugar que Husserl sólo pudo imaginar con su epojé.

Según Haas, lo que estos autores nos enseñan es que se trata de orientarse ni por objetos, ni por sujetos, sino de "ser capaces de concentrarnos en el punto unitario de la vida: lo absoluto". Qué perseguimos es algo que no podemos responder desde la lógica, hacen falta otros modos de pensar que nos permitan hablar de lo inefable.

Al margen de la originalidad evidente que nos lleva a entender la mística negativa como un posible esquema de análisis para comprender el vació en la posmodernidad secularizada, existe otra lectura posible del libro de Haas: la lectura teológica. ¿Podemos hablar de Dios, se pregunta, a partir de lo atmosférico, lo indeterminado, lo imposible, lo impensable, lo inobservable, lo irrepresentable, lo invisible?

Haas nos recuerda que antiguamente la experiencia estética venía íntimamente ligada a la experiencia religiosa, porque ambas se fundan sobre la base del deseo. Del deseo que va más allá de la pasión, que no se puede colmar. Deseo y la belleza tienen que ver con el ansia de completud nunca alcanzada, un ansia que nos abre a la dimensión espiritual. Ya lo dijo Susan Sontag: "es precisamente el hábito de acercarse a la obra de arte con la intención de interpretarla lo que realmente sustenta la arbitraria suposición de que existe realmente algo asimilable a la idea de contenido de una obra de arte".

El arte, como la religión, no son asimilables, únicamente pueden experimentarse más allá de la interpretación. Haas encuentra en este paralelismo la fundamentación que le permite afirmar que la evidencia de la presencia divina en la percepción estética es una senda que nos ayuda a resituar a Dios en el contexto posmoderno. Hace falta darle la vuelta a la mirada superficial de la época y replantear esa superficialidad como docta ignorancia, como incomprensión comprensible que disuelve la pregunta en evidencia y el resultado no puede ser mayor.

La apertura epistemológica de acceso hacia la verdad de las religiones y de nuestro presente cotidiano que se afirma en este bello librito se basa en la creencia que no es posible comprender lo absoluto. Es precisamente por ello que podemos conectar la pregunta desasosegada de la posmodernidad con la búsqueda religiosa que elabora la mística desde hace siglos.

1 comentario:

  1. Posmodernidad y mística tradicional semejantes, en base a inquietud de búsqueda, a la negación de respuesta y en base a la aproximación de lo absluto como renuncia. Bien, pero ¿la posmodernidad busca?

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