Como todos los libros de
Hadot, el presente tomo rezuma un exquisito conocimiento de las
fuentes antiguas, fuentes que nos revelan muchos de los aspectos
claves del pensamiento antiguo, tanto griego y romano, el cual, según
el autor francés, debe ser interpretado, antes como una manera de
sentir y vivir la vida, que como una mera especulación filosófica.
Cualquiera que se haya aproximado a alguno de los trabajos de este
profesor hemérito del Collège de Francia lo sabe, los suyos son
libros minuciosamente documentados, elegantemente escritos y de una
sensibilidad pedagógica que destila la complicidad manifiesta de
aquel que ha aprendido a escuchar con los ojos a los muertos, como
diría Roger Chartier.
Enmarcado dentro de lo
que Hadot llama “ejercicios espirituales”, ejercicios que no
deben ser restringidos al ámbito de los clásicos cristianos, como
se dedicó en demostrar en su “Ejercicios espirituales y filosofía
antigua”, sino que, antes que ello, deben retrotaerse como mínimo
hasta la escuela de la Estoa, pórtico bajo el cual se congregaban
los ciudadanos de Atenas para escuchar al primero de los estoicos, el
libro nos muestra como el emperador-filósofo Marco Aurelio fue
anotando en forma de Meditaciones todas
aquellas sentencias que, basadas en el principio estoico por
excelencia tal y como lo sintetizara Epicteto en su Manual
“considera que lo tuyo es tuyo y lo ajeno, como es en realidad,
ajeno”, pudieran servirle de reflexión para el dominio de sus
pasiones, así como para la meditación de la más variada cantidad
de temas, todos ellos relacionados con las reglas de vida.
Que
la palabra es terapéutica ya lo descubrieron los estoicos, y los
epicúreos, mucho antes que consejeros, coaches y demás agoreros
pervertiesen sus enseñanzas ofreciendo sus cápsulas new age para la
mejora de la autoestima y las habilidades personales. De hecho, tanto
Séneca, como el citado Epicteto, tanto Epicuro, como todos aquellos
autores que se enmarcan en el periodo helenístico, periodo que puede
datarse entre la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C. y el
suicidio de Cleopatra y Marco Antonio el año 30 a. C., representan
con sus obras la base a partir de la cual surgieron la mayoría de
teorías acerca del saber vivir que definen el carácter de
Occidente, la finalidad de las cuales no es otro que la asunción de
la autarquía, el dominio de uno mismo.
Lo que el libro de Hadot
quiere mostrarnos es que, dentro de todo esta constelación de
autores, Marco Aurelio presenta características propias, lo
suficientemente consistentes como para dedicarles una investigación.
Ni que decir cabe, tratándose de Hadot, que nos encontramos ante una
nuevo clásico acerca del estocismo y de sus ramificaciones. La prosa
ligera, pero a la vez contundente, de Marco Aurelio “pronto lo
habrás olvidado todo, pronto todos te habrán olvidado” convierte
sus Meditaciones en un
tratado sobre las virtudes, no ya de un emperador romano, sino de un
súbdito de las ideas estoicas, con una especial facilidad para la
escritura y la síntesis filosófica.
Ahora
bien, la continuidad entre la obra de Epicteto y la de Marco Aurelio,
es evidente. Tras una primera aproximación a la vida del
emperador-filósofo, Hadot nos conduce hacia sus Meditaciones
mediante una profundo análisis sobre Epicteto y las claves que Marco
Aurelio pudiera haber heredado directamente de él. De esta forma,
Hadot divide la filosofia de Marco Aurelio en tres grandes
disciplinas, inspirado en la división ternaria de la filosofía que
elaborara Epicteto, la disciplina del asentimiento, la disciplina del
deseo y la disciplina de la acción, que, efectivamente, se
corresponden con las tres grandes virtudes estoicas, la verdad, la
justicia y la templanza, demostrando así la plena inclusión de
estos apuntes en la historia de la filosofía clásica.
Lo
interesante del personaje, a ojos de Hadot, es que más allá de su
condición de máximo representante del imperio romano en ese
momento, imperio que abarcaba casi toda Europa y media Asia, sus
anotaciones (hypomnémata)
apuntan a una sencilla manera de vivir que no tiene en cuenta el
porvenir, sino el mero presente, tal y como ordena una vida estoica:
“Haz lo mismo, tú también: come como un hombre, bebe como un
hombre, ve al lavabo, cásate, ten hijos, lleva una vida de
ciudadano, aprende a soportar las injurias, tolera a un hermano poco
razonable, a un padre, a un hijo, a un vecino, a un compañero de
viaje. Enséñanos esto con el fin de que veamos si has aprendido
verdaderamente algo de los filósofos”.
Así,
las Meditaciones, como
cualquier tratado estoico, son, antes que nada, una preparación para
la muerte a través del cultivo de la vida consciente. Hadot termina
su exploración advirtiendo que estas enseñanzas no son algo propio
únicamente del mundo greco-romano, sino que las encontramos de
manera universal en otras culturas, sin que éstas puedan haber sido
influenciadas. Tal es el caso, por ejemplo, de la sabiduría china,
totalmente coincidente en “la conciencia de que no hay otro mal que
el mal moral y que la única cosa que cuenta es la pureza de la
conciencia moral”. De acuerdo, pues, con este sentido universal,
Marco Aurelio nos ehorta, como tantos otros autores clásicos, a
“pasar la vida de la mejor manera: el poder hacerlo reside en el
alma, si somos indiferentes a las cosas indiferentes”.
Publicado en la Cátedra Ethos
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