martes, 19 de enero de 2010

Jean-Marie Schaeffer, El fín de la excepción humana, Marbot Ediciones, 2009

¿Qué puede llevar a un profesor especializado en estética y géneros literarios a concebir un libro como El fin de la excepción humana? El mismo hombre que nos llamó la atención con ¿Qué es un género literario? y, más tarde, con Adios a la estética nos sorprende ahora con un libro que pretende ir más allá de la posición racionalista principalmente derivada de la noción de cogito cartesiano defendiendo una "desescalada ontológica" y un redescubrimiento de nuestra condición animal.

La cosa, en un primer momento, llama a confusión, para qué negarlo. Pero lejos de ella, éste libro no pretende substituir la filosofia por la ciencia. Antes que eso, estamos ante un libro que dignifica el papel de la estética dentro de la filosofia. Por una sencilla razón: nos indica que detrás de los fenómenos estéticos y de la capacidad del hombre para percibir la belleza se esconden no sólo nociones acerca del estado del arte o del juicio estético, sino una visión sobre las culturas, las capacidades de juicio de la razón, la configuración de las sociedades. Este libro también nos muestra que esteta y antropólogo pueden ser lo mismo.

Paréntesis a parte, parece cómo que el libro obedece a ese pensamiento que dejó escrito Foucault en Las palabras y las cosas, "reconforta y tranquiliza el pensar que el hombre es sólo una invención reciente, una figura que no tiene ni dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber y que desaparecerá en cuanto éste encuentre una forma nueva". La idea, según Schaeffer, es pensarnos como un ser que se integra en una gran comunidad animal superando de una vez por todas "la Tesis del fin de la excepción humana”.

¿Y de qué trata esta idea de la excepción humana? “Dicha concepción afirma que el hombre constituye una excepción entre los seres que pueblan la Tierra (…). Esta excepción, se nos dice, se debería al hecho de que en su esencia propiamente humana el hombre poseería una dimensión ontológica eminente en virtud de la cual trascendería al mismo tiempo la realidad de otras formas de vida y su propia condición natural”.

Tres son las consecuencias de la adopción de la Tesis, según Schaeffer. En primer lugar, el hombre es un ser que se da su propio ser, es decir, que se auto-fundamenta desde su libre capacidad racional. En segundo lugar, el aspecto social, el hombre se organiza según principios derivados de su ética, de sus convicciones morales, de sus creencias políticas, y nunca a partir de su condición natural de animal-en-el-mundo. Ya por último, la cultura y sus expresiones simbólicas se opone “a un tiempo a la naturaleza y a lo social”, ya que se entiende que depende de una trascendentalidad que, a su vez, les es inherente.

Instalado, como diría Heidegger, en el olvido del ser, el hombre occidental se encuentra muy alejado de su verdadera naturaleza, según Schaeffer. Hace falta continuar el trabajo empezado por los maestros de la sospecha y seguir desdibujando el mundo de las ideas platónico, el cogito cartesiano, la razón pura kantiana, con el fin de liberar la posición del hombre en el mundo. La intención es eliminar las dicotomías animal/racional, racional/sensible, sensible/social, social/cultural, que soportan la idiosincrasia científica y filosófica contemporánea y, con ello, de remover los cimientos que aguantan la posición intelectual de occidente.

Y aunque “la argumentación desarrollada a lo largo del libro (…) no puede tener la pretensión de haber refutado la Tesis”, podemos decir que abre una interesante vía de exploración que trasciende la filosofía heredada intentando concebir la complejidad del ser humano de manera realista, afrontando las preguntas que nos exige el presente.

"¿Qué genealogía de la cultura?", "una especie social entre otras", "el fín de teleología, el antropocentrismo y el esencialismo", estas cuestiones tienen que ver con algunas ideas que vienen desarrollándose desde hace algunos años y que ya nos resultan familiares: la transdiciplinariedad de los estudios, la secularización del saber, la colaboratividad exponencial que manifiestan algunos de los herramientas que utilizamos en nuestro día a día. Schaeffer toma, y aquí es donde se le nota su formación, la humanidad desde el punto de vista social y cultural tratándo de deshacer la antinomía que la sustenta, sustituyéndola por una especie de tensión genética cosmológica desligada de los antiguos presupuestos metafísicos.

Alguien podria decir que este último libro de Schaeffer no es más que un típico manual francés anti-dogmático, al estilo Onfray, y sin embargo no es así. A diferencia de su paisano la pluma de Schaeffer no ataca, explora, tiende puentes, cómo el buen hermeneuta que nos muestra un camino inexplorado. Un camino que divaga entre la ciencia y la filosofia tranquilamente, sin pretender confundir las categorías, únicamente invitando al diálogo y la reflexión. Alguien tiene que empezar a abrir las puertas. Y este libro es un buen ejemplo de ello.

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